Perdidos en un desierto de insatisfacción deambulamos por la vida sedientos de felicidad. En la búsqueda de un oasis caemos en espejismos que se diluyen apenas están al alcance de nuestras manos.
Somos maestros del engaño. Expertos en la búsqueda de placer a ultranza bajo la ilusión de que seremos mucho más felices, cuantos más deseos tengamos satisfechos. Aun sabiendo que no es cierto, compramos y vendemos promesas de felicidad enlatadas en formatos de casa, auto, sexo, alimentos, ropa, fama, viajes, etc., todo aquello que brille con sabor a placer.
En esta avidez por el deseo de placer, buscamos ilusoriamente en cada una de las cosas que logramos tener; un efecto permanente de felicidad. Un engaño que dura instantes, y que nos genera una insatisfacción permanente, llevándonos a un circulo sin fin de infelicidad.
La humanidad entera se ha visto impedida, en algún modo y temporalmente, de estos placeres. Tenemos la oportunidad, tal vez única, de elevar nuestra conciencia y de empezar a escuchar a nuestro maestro del corazón.
Cuando logramos detenernos, podemos ser conscientes de nosotros mismos y preguntarnos cuándo realmente nos sentimos profundamente satisfechos. Después de 150 días de encierro sabemos que no hay casa que nos haga feliz si no podemos sentirla como nuestro hogar.
Reconocerla como ese lugar cálido donde disfrutamos de estar con otros o con nosotros mismos. En donde nos sentimos seguros y tranquilos, mientras contemplamos la vida y grabamos en nuestra memoria recuerdos que nos dejan un sabor agradable en el alma.
La felicidad es un estado interior, un compromiso con nosotros mismos sobre cómo queremos vivir cada uno de nuestros días. Es un acuerdo interno, entre dos maestros que guían nuestra vida. Podemos escuchar al Maestro del Engaño o al Maestro del Corazón. La decisión dependerá de cuán capaces somos de darnos cuenta dónde reside la ilusión.
“Cuando el Maestro que reside en el Corazón lleva las riendas de nuestra vida, descubrimos la esencia de lo que somos verdaderamente, la esencia de lo que siempre hemos sido y de lo que seremos por toda la eternidad, por encima del ego y de la ilusión.”
(Annie Marquier)
Perdidos en un desierto de insatisfacción deambulamos por la vida sedientos de felicidad. En la búsqueda de un oasis caemos en espejismos que se diluyen apenas están al alcance de nuestras manos.
Somos maestros del engaño. Expertos en la búsqueda de placer a ultranza bajo la ilusión de que seremos mucho más felices, cuantos más deseos tengamos satisfechos. Aun sabiendo que no es cierto, compramos y vendemos promesas de felicidad enlatadas en formatos de casa, auto, sexo, alimentos, ropa, fama, viajes, etc., todo aquello que brille con sabor a placer.
En esta avidez por el deseo de placer, buscamos ilusoriamente en cada una de las cosas que logramos tener; un efecto permanente de felicidad. Un engaño que dura instantes, y que nos genera una insatisfacción permanente, llevándonos a un circulo sin fin de infelicidad.
La humanidad entera se ha visto impedida, en algún modo y temporalmente, de estos placeres. Tenemos la oportunidad, tal vez única, de elevar nuestra conciencia y de empezar a escuchar a nuestro maestro del corazón.
Cuando logramos detenernos, podemos ser conscientes de nosotros mismos y preguntarnos cuándo realmente nos sentimos profundamente satisfechos. Después de 150 días de encierro sabemos que no hay casa que nos haga feliz si no podemos sentirla como nuestro hogar.
Reconocerla como ese lugar cálido donde disfrutamos de estar con otros o con nosotros mismos. En donde nos sentimos seguros y tranquilos, mientras contemplamos la vida y grabamos en nuestra memoria recuerdos que nos dejan un sabor agradable en el alma.
La felicidad es un estado interior, un compromiso con nosotros mismos sobre cómo queremos vivir cada uno de nuestros días. Es un acuerdo interno, entre dos maestros que guían nuestra vida. Podemos escuchar al Maestro del Engaño o al Maestro del Corazón. La decisión dependerá de cuán capaces somos de darnos cuenta dónde reside la ilusión.
“Cuando el Maestro que reside en el Corazón lleva las riendas de nuestra vida, descubrimos la esencia de lo que somos verdaderamente, la esencia de lo que siempre hemos sido y de lo que seremos por toda la eternidad, por encima del ego y de la ilusión.”
(Annie Marquier)